Artefacto

Es la fotografía de
la parte trasera de un artefacto viejo:
yo veo una casita
un poco derruida y pintoresca.
Es la casita a la que le pinté flores
y balcones cuando apenas
empezaba a conocer la extrañeza.
De niña dibujaba
el lugar en donde viviría,
pero nunca pinté mi cuerpo
tras el ventanal.

¿Te gusta mi casa, ma?
-Muy linda, muy linda.

Es la fotografía de
la parte trasera de un artefacto viejo:
yo veo la casita en donde vivirán
los niños muertos
de mis sueños.

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Si un día,
siguiendo la costumbre
de la meduza que muere en el mar,
me transformo en líquido
y me vuelvo el café que bebo
seis veces al día, ¿me beberías, amor?
¿serías mi taza?

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No vas a poder
olvidar el color del vestido,
el color de mis ojos de cerca,
la profundidad del escote
que te devolvió el olor de mi piel.
Tal vez dudes
de si cambio el color de mis dientes,
dudarás de si las canas que me contaste
son las mismas tres en mis cejas.
No vas a olvidar
el día en que te vi llorar,
o el día de mi ser desparramado
en el sitio donde luego
comerías tu cena.
No se irá jamás
la mirada con la que pido
que te quedes y, como imaginás,
es la misma con la que suplico
que vuelvas.
Habrá dudas sobre la mesura y
lo inconmensurable de ser juntos
durante dos milenios.
Pero no hay olvido.

El olvido es sólo la memoria
siendo.

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Que estrés esta mierda
newage de andar siempre
embalsamando la angustia,
escondiendo en el closet del que creímos salir
lo que no elegimos sentir.
Ocultando el ser cuerpo en una
trascendencia de bolsillo a la
orden neoliberal del día.
Que si perdiste tu empleo, sonreí.
Que si transitas la enfermedad, sonreí.
Que si tenes ganas de llorar, sonreí.
Sonreí o morite. No otra opción.
¡Guarda! Los lobos comen
corderos aunque los corderos
no quieran.

(Esto le gusta tanto a Schopenahuer
como a Comte, lo sé.)

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Cada vez que llueve
volvés a mí.
Es como
estar eternamente inserta
en el circuito de agua
que fuimos.
Tengo el pecho inflamado
por el agua o por la enfermedad.
Duele en días húmedos.
Sé de lo inconexo de toda
esta palabrería.
Es difícil conectar cuando
nada fue dicho, excepto
las palabras finales.
La gota en mi balcón de hierro
suena a reloj:
no de arena sino de los otros,
de los que se rompen
en la ausencia.

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Estoy
al borde de la náusea.
Al borde
sólo al borde.

Te pensé hoy
y dejaste de ser vos acá
en mi cabeza rota:
alguna vez
partí mi cráneo en dos
y sólo puse
agua y jabón en la herida.

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Cíclopes

Desistí, amor.
Sos el punto ad eternum.
Ojalá todo hubiera concluido
en alguno de los sitios
donde fuimos cíclopes.
Públicos y privados sitios
donde estabas tan cerca,
donde no te pude ver.

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Pan

Creo
que justo ese día hacía frío.
¿O hacía calor? No
lo recuerdo. Pero sí
te recuerdo a vos.
A vos mirándome con ojos
encantados y apretando
mis tetas como si nunca
hubieras apretado nada.
Como un descubrir
de la plastilina, de la arcilla,
de la arena blanda de algún río,
del barro siendo,
de la masa blanca
que luego será el pan
entrando en tu boca
hasta morir de dulzura.

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¿Cómo se resuelve, amor,
la ecuación esa a la que le falta
un término de la igualdad?
Se inventa algo.
Yo se inventar. Pero vos
sos de los que piden permi
para ir al baño
y escapan a casa.

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Esto no es tristeza, amor,
es el vacío volviendo a ser
presencia
y la única forma de quedar
momentáneamente
en rojo.

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